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Periodismo para la gente

Hay muy poco porqué celebrar

Hay muy poco porqué celebrar

Este 10 de mayo, día del periodista boliviano, hubo muy poco porqué celebrar. De hecho, hay mucho porqué preocuparse. Por ese motivo, las asociaciones colegiadas y sindicales de periodistas del país han exigido al gobierno de Evo Morales garantías para ejercer el oficio.

 

El periódico La Razón, de La Paz-Bolivia, ha publicado hace pocos días que desde el año pasado se han registrado 48 casos de agresiones físicas a periodistas mientras éstos ejercían su oficio.

Una cifra que alarma, teniendo en cuenta de que Bolivia no reporta –a diferencia de Colombia o de México, por ejemplo– varios ataques a la prensa en tan poco tiempo.

Bolivia, debido a la situación política en que vivía, no reportaba en años pasados tantos ataques a la prensa porque en el país no impera la violencia interna, el enfrentamiento entre grupos armados o el virtual ataque de narcotraficantes a la policía (y por consiguiente a la sociedad civil) en plenas urbes.

Bolivia, desde que recuperó su democracia (10 de octubre de 1982), empezó a vivir en una relativa tranquilidad. Y los ataques contra la integridad a los periodistas han sido muy escasos.

El periodismo boliviano ha sufrido otra clase de ataques: las amenazas de despido, la injerencia a la orientación del enfoque noticioso por parte de intereses políticos y económicos que han provocado la renuncia o el despido de periodistas de algunos medios.

El periodismo boliviano se ha hecho eco de la concentración mediática; una asociación de medios bajo un solo nombre comercial, cuya labor no ha fortalecido al acceso democrático a la información que tienen los ciudadanos del país.

El periodismo boliviano ha aprendido también con el paso de los años a convertir a la noticia en mercancía. Ésas y otras faltas a la ética han sido materia de innumerables reuniones de grupos colegiados, sindicatos y federaciones de periodistas para analizar y autoregularse. (Tarea pendiente aún).

Con el nuevo gobierno, la situación del periodismo boliviano ha cambiado. El lenguaje político que en Bolivia se respira se llama “CAMBIO”. Un cambio del viejo Estado neoliberal que no fue capaz de solucionar los infinitos problemas que el país tiene: desempleo, corrupción y pobreza, entre ellos.

Las medidas del nuevo gobierno, a cuya cabeza se encuentra el presidente Evo Morales, han creado una serie de problemas internos en el país que ha polarizado a la población al grado de que unos quieren levantar los palos de la violencia en contra de los otros.

Y el trabajo de algunos medios (guiados por intereses políticos o económicos) ha facilitado el camino para que sus propios periodistas sean objeto de agresión física.

Hay quienes, por defender el proceso de cambio que pretende llevar adelante el presidente Evo Morales, se toman en serio el papel de guardianes de dicho proceso y no toleran la crítica ni de la oposición política ni de los medios.

En marzo de este año, Carlos Quispe,1 periodista de la radio municipal de Pucarani. murió en un hospital convaleciente de la brutal golpiza que recibió por parte de miembros del Comité de Vigilancia de esa población, en rechazo a su trabajo.

El politólogo César Rojas Ríos le dijo hace un par de años a la revista Inmediaciones.com que se ha visto el surgimiento de un nuevo fenómeno en el país: la poca tolerancia de la gente hacia los medios. La gente quiere oír su voz en los medios. Quiere que su voz sea la única que viva en toda la noticia.

Esa intolerancia la vive el país desde el 17 de octubre de 2003. Aquel viernes, Gonzalo Sánchez de Lozada, renunciaba a la presidencia de Bolivia, luego de haber vivido una crisis feroz en rechazo a su política por parte de los ciudadanos de La Paz y El Alto que exigían, entre otras demandas, la instalación inmediata de una Asamblea Constituyente y la no venta de gas a Estados Unidos y México por puertos Chilenos.2

Frente a estos problemas, las asociaciones colegiadas y organizaciones sindicales de periodistas del país han exigido al gobierno de Evo Morales garantías para ejercer el oficio. Por esa razón, muchos colegas coinciden que hoy, 10 de mayo, día del periodista boliviano, hay muy poco que celebrar. De hecho, hay mucho porqué preocuparse.

Mientras subsista la intolerancia a la crítica, el oficio permanece en peligro. Mientras los propios periodistas no se autorregulen de una vez por todas, tendremos un mal periodismo, al que le gusta encender la mecha de la discordia.

Mientras las nuevas generaciones de periodistas no tomen en cuenta que su formación académica necesita de una urgente dosis de humanismo, los valores y el respeto hacia las personas quedarán en la más profunda ignorancia. Y nuestros hijos crecerán bajo la sombra de la violencia.

 

 



2 Bolivia perdió su acceso al mar en una guerra que sostuvo con Chile en 1879. Desde aquella vez, ambos países no tienen relaciones diplomáticas, pero sí cierta amistad que les permite acuerdos económicos.

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